miércoles, 29 de mayo de 2013

El chapiro verde



La abuela de Fa le cuenta historias de
caimanes y piratas con cierta frecuencia.
Mientras trajinaba en las tareas domésticas, cuando le salía alguna cosa mal, exclamaba ¡voto al chápiro verde!
Un día, Fa tuvo que ordenar la habitación
y, malhumorada, dijo esa exclamación por
tercera vez. Repentinamente cayó el bote
de los lápices y empezó a salir de él algo
extraño que crecía y crecía: era el chápiro
verde, al que podía pedir un deseo. Poco
tuvo que pensar para pedirle no ir a la escuela aunque tuvo que modificar su formulación pidiendo un viaje a través de la
Telaraña de telarañas para encontrar al lagarto de dos rabos, que estaba perdido en
el bosque desde hacía mucho tiempo.
Como equipaje tomó un lápiz, una aguja
y un pañuelo
Durante el primer tramo del recorrido
aprovechó para contarle al chápiro que
su rechazo a la escuela venía motivado
por ser zurda.
Cuando llegaron al bosque de las endrinas, el chápiro anunció a Fa que la tenía
que dejar sola aunque le indicó un sistema para contactar con él, por una sola
vez en caso de apuro, y le dio unas instrucciones muy poco precisas para encontrar la casa de la Alquería.
El humo que divisó a lo lejos fue una
buena pista para llegar allí al anochecer.
Una mujer le proporcionó una anhelada
cena mientras seguía cocinando en una
enorme olla un guiso de vegetales con un
aroma delicioso que resultó ser el menú
de su hijo: un hombretón con un ojo en
la frente que ya se relamía porque había
olfateado carne humana. La mujer, además de saciar el hambre de Fa, la escondió en la leñera, le explicó cómo conseguir llevarse al caballo Boligán y contó

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